miércoles, 21 de octubre de 2015

Volver siempre...

Es no irse nunca. Aunque tardes casi cuatro años en regresar. Y casi me lleva otros cuatro acordarme de la contraseña, la cuenta asociada a este blog y demás minucias informáticas, pero afortunadamente tras mucho tirar del mecanismo heurístico del prueba y error solo he tardado una media hora larga en volver a abrir esta puerta. Eso sí, ha chirriado de lo lindo y está todo lleno de polvo.

Desde la última vez  que estuve por aquí han pasado muchas cosas; algunas cambiaron y otras releyendo lo que por entonces escribía siguen igual, pero me licencié, ejercí de periodista pero poco, trabajé de otros cosas pero mucho, gané algo de dinero y también me arruiné, viajé por el mundo, a veces fui feliz, supongo que también me enamoré... y nunca dejé de escribir, aunque rara vez más de dos párrafos y solo si la ocasión lo merecía.

Una concatenación de elementos que incluyen llegar a cierta barrera de edad, la preocupante cantidad de tiempo libre que dispongo para ella, la desorientación laboral y vital a la que he llegado y principalmente una serie de agitadoras -de conciencia- visitas a cierto número de la Cava Baja de Madrid, me llevan a retomar una vez más la loable actividad ésta de la tecla y la letra.

A menudo uso una frase que me gusta mucho -juraría que es mía-, para justificar todas las veces que dejé de hacer o luchar por algo a lo largo de mi vida: 

"Hay que saber cuando rendirse y pedir un cubata". 

Bueno, no lo he dicho antes pero también dejé el ron y me pasé a la cerveza. Así que probemos una vez más.