miércoles, 21 de octubre de 2015

Volver siempre...

Es no irse nunca. Aunque tardes casi cuatro años en regresar. Y casi me lleva otros cuatro acordarme de la contraseña, la cuenta asociada a este blog y demás minucias informáticas, pero afortunadamente tras mucho tirar del mecanismo heurístico del prueba y error solo he tardado una media hora larga en volver a abrir esta puerta. Eso sí, ha chirriado de lo lindo y está todo lleno de polvo.

Desde la última vez  que estuve por aquí han pasado muchas cosas; algunas cambiaron y otras releyendo lo que por entonces escribía siguen igual, pero me licencié, ejercí de periodista pero poco, trabajé de otros cosas pero mucho, gané algo de dinero y también me arruiné, viajé por el mundo, a veces fui feliz, supongo que también me enamoré... y nunca dejé de escribir, aunque rara vez más de dos párrafos y solo si la ocasión lo merecía.

Una concatenación de elementos que incluyen llegar a cierta barrera de edad, la preocupante cantidad de tiempo libre que dispongo para ella, la desorientación laboral y vital a la que he llegado y principalmente una serie de agitadoras -de conciencia- visitas a cierto número de la Cava Baja de Madrid, me llevan a retomar una vez más la loable actividad ésta de la tecla y la letra.

A menudo uso una frase que me gusta mucho -juraría que es mía-, para justificar todas las veces que dejé de hacer o luchar por algo a lo largo de mi vida: 

"Hay que saber cuando rendirse y pedir un cubata". 

Bueno, no lo he dicho antes pero también dejé el ron y me pasé a la cerveza. Así que probemos una vez más.



martes, 24 de enero de 2012

Carta abierta a San Francisco de Sales, patrón de los periodistas


Hola, Santo Francisco, creo que hoy es tu (nuestro) día. No, no estoy rezando. Ya no rezo. Esto no es más que una pataleta/desahogo a la que espero que prestes comprensivos oídos, limitándote a escuchar y asentir. Espiritualmente, quiero decir.

Creo que pocas carreras se inician con la ilusión y expectativas con que empiezas esta. Quizás justo por su intangibilidad, por su dificultad para definirla con precisión o por su componente vocacional –unido a que solía tener una nota de acceso media-alta- hacen que cuando entras te sientas en una nube. “¿Estudias periodismo? ¡Que chulo!”, parece incluso que ligas más. Durante el primer año ya te das cuenta que algo no cuadra, que cosas periodísticas o relacionadas vas a tocar pocas o ninguna. Pero bueno, aun es primero ¿no? Ya habrá tiempo de parar las rotativas. Pasarán otro par de cursos y ya puede que empieces a tener la mosca detrás de la oreja, te preguntarás ¿pero esto que tiene que ver con periodismo? ¿aquí no se escribe, graba, locuta?. Pues no. Eso sí, sabrás perfectamente que la “Espiral del Silencio” no es una película de miedo, que la Escuela de Frankfurt debe ser algo FUNDAMENTAL para la Historia del periodismo ya que está presente en 4 de cada 5 asignaturas, o como bien apuntaba un compañero que con el balance de blancos no te la juegues. Empezarás a sentirte ligeramente decepcionado; pero no nos engañemos, no importa. Tenemos 20 años, estamos en plena vida universitaria, las hipotecas y otros problemas adultos están a años luz todavía (uy casi como ahora) y estamos cursando probablemente la carrera más fácil de todas las que se imparten en las universidades españolas. Por que sí amigos, el Periodismo en general es tal despropósito que en una licenciatura de 5 años ni siquiera damos idiomas, te enfrentas a asignaturas cuyo temario se reduce a 20 hojas de apuntes y que la mitad de ellas se solapan en contenidos unas y otras. Estoy convencido de que si dedicásemos a la Licenciatura en Periodismo el mismo tiempo que dedica un estudiante de Derecho, calzaríamos unas medias de expediente de 9,5.

Bueno, pero ya hemos llegado hasta aquí, ya estamos en tercero. Sobrepasamos el ecuador. Ahora viene lo bueno, pensabas. Con suerte y si eras espabilado y de los que te movías, empiezas unas prácticas en algún medio. Con más suerte aún, en algún medio de relumbrón: aprenderás un montón de gente que lleve años en esto (incluso te cruzaras con algún periodista famoso en los pasillos) y llegarás al momento donde te dirás a ti mismo, “joder, de llevar los cafés el becario nada, si hago lo mismo que el resto de la plantilla!”. Probablemente hagas lo mismo y te pidan las mismas responsabilidades, pero con una retención del 80-100% del sueldo (chascarrillo de humor). Como he dicho, si tienes suerte, porque sino acabarás en un medio digital, que aceptémoslo, es lo único que va a quedar de aquí a unos años (si los mayas no intervienen antes) pariendo noticias una detrás de otras recurriendo al sensacionalismo más zafio y las técnicas más ruines de posicionamiento en buscadores para que el contador de visitas no pare de aumentar y poder hacer un poco más ricos (creo que ya ni eso) a tus jefes. Ah, y un matiz, he dicho “pariendo noticias”. Parir: alumbrar algo propio. Rectifico, quería decir “rehaciendo noticias” de otros medios en un bucle interminable. Porque asumámoslo, a día de hoy pensar en hacer periodismo de calidad y que cobres es tan utópico como que te paguen por follar con modelos.

Pero aun así, lo peor está por llegar. Si aun sigues luchando, enhorabuena, otros menos audaces y quizás más listos ya están en oposiciones.com buscando una salida al problema, y todo mi respeto para ellos, que ni ellos son Capitanos ni esto es el Costa Concordia. Opciones que puedes tener ahora… pues bien, si tienes uno de eso físicos que quitan el hipo, puede que tu lugar sea la TV, según creo en cadenas como Telecinco y La Sexta el perfil es muy requerido. Aunque un consejo gratis, si tienes esos atributos yo los invertiría en entrar en Gran Hermano o Mujeres Hombres y Viceversa, probablemente aumente tanto tu cuenta corriente como tus posibilidades de acabar dando tu solemne opinión en alguna mesa de contertulios, que al fin y al cabo difiere en poco de lo que buscábamos al empezar todo esto. Otra opción, la SUERTE. Estar en el lugar correcto en el momento correcto. En cualquier caso y ya puestos así, prefiero que diosa Fortuna se fije en mí mientras compro la Lotería de Navidad o coincido con Adriana Lima en un ascensor, por decir algo. La tercera y en la que seguramente todos estáis pensando: EL ENCHUFE. Desgraciadamente y visto los tiempos que corren, me parece que ya ni una buena toma de energía eléctrica garantiza nada en nuestra profesión, quizás 6 meses de contrato de prácticas y un “gracias por todo, no te desanimes”. Vendrá otro y vuelta a empezar, el ciclo de la vida, como en el Rey León.

Porque aquí viene el gran meollo de la cuestión y del que algunos todavía no nos hemos dado cuenta. El Periodismo ya está completo. Se ha colocado el cartel de no hay billetes. Los que están y se dedican a esto, llegaron hace años, en otros tiempos, y para nosotros y los que vienen detrás ya no hay sitio. Nos podemos morir de hambre, frío y asco a la cola, que la lista de espera no se va a mover mucho. Somos la base de la pirámide, lo que les sustenta, pero al igual que en una sociedad estamental en la Edad Media, nuestras posibilidades de ascender en dicha figura son nulas e inexistentes. Somos mano de obra barata –o gratuita-, dispuesta a hacer casi cualquier cosa por sentirnos periodistas, numerosa y que no deja de aumentar, y totalmente sumisa con las exigencias que nos imponen desde arriba. El sueño de Maquiavelo, vamos.

Y es que, señores, ya es imposible que nadie se habrá paso poco a poco, desde las redacciones locales, creciendo y avanzando durante años en radios perdidas o de barrio, para finalmente culminar el fulgurante ascenso y el clímax del éxito en la profesión. Ya no va haber más casos de Pérez-Revertes, o Jordis Évoles, en los que leer en la Wikipedia “empezó con 18 años cubriendo la actualidad de su pueblo…”, y pensar, “joder, y mírale ahora”. Y si por algún tipo de conjunción astral logras esto, te convertirás en un ser tan ególatra y mesiánico, que más te hubiera valido quedarte por el camino. Pero eso ya no les culpo, que para eso la victoria fue tan dura e improbable.

Pensaba hablar del periodismo de trinchera, del patetismo de los programas de televisión, de la escasez de reportajes con una mínima de calidad. De la moda del clonismo hasta la saciedad de cualquier formato con un mínimo éxito. Pero nada, ni de eso tengo ganas. De eso todos somos cómplices y hoy no me apetece salvar el mundo.

Para acabar diré que sin ningún tipo de duda que me arrepiento completamente de haber estudiado esta carrera, que han golpeado mis ilusiones hasta hacerlas añicos, y que lo que más me pesa es que nadie me hubiera explicado todo esto en su momento y haberme quitado las ganas de seguir. Y tristemente todo esto que digo no se reduce a la experiencia mía, porque ni la oportunidad he tenido de hacer tanto. Esto es un puzzle hecho con todas las historias que conozco, de amigos, de compañeros, de desconocidos que también publicaron sus quejas. Esta es la mía, la tuya, la tuya también, y la de ya sabes quién también.

Mi consejo: dedícate a otra cosa. No sé puede culpar al marinero de no vencer a la tormenta. Al final esto te acabará matando y frustrando hasta que se te derramen las ganas de luchar por ello. Si te pica el gusanillo, móntate un blog o realiza reportajes y súbelos al Youtube. O incluso haz mordaces críticas a determinadas situaciones en tu red social favorita, mendigando por unos retuits o unos “me gusta”, y que te pegue el subidón de que estás ejerciendo, como estoy yo haciendo ahora mismo. Al final te sentirás como esos músicos que tocan en el metro y entre éxito de Sabina y Serrat meten un tema propio y hacen suyo el tintineo de las monedas.

Me despido, San Francisco. Aunque ahora que lo pienso, no sé si está carta debería ir dirigida a ti o a San Judas Tadeo. Patrón de las causas perdidas.

lunes, 21 de noviembre de 2011

Standby



Bueno amigos, como dije en su día este blog nacía como elemento contrapuesto al tremendo aburrimiento y desocupación absoluta que reinaba en mi vida. Pues bien, ese estado ha cambiado y ahora mismo no tengo tiempo para nada, pluriempleado en jornada matinal y vespertina, finiquitando la carrera, planeando el asalto al mundo, etc.
Así pues, se me hace imposible hacer la entrada semanal que más o menos pretendía cuando di vida al proyecto, por lo que me veo en la obligación de darle al "pause" hasta que vengan tiempos peores. Porque de momento, el tiempo libre que dispongo los fines de semana prefiero dilapidarlo en aficiones menos loables que el escribir, como son el ron barato y las malas mujeres.

Gracias a todos los que pasasteis por el chiringuito, prometo que volveremos.

P.D: Sigo escribiendo como redactor de tecnología en El Referente. Eso sí, bastante más formal y neutral que en este cortijo.

martes, 8 de noviembre de 2011

Cuando se escucha el silencio

Hace unos días volví a tragarme entero el especial de Informe Robinson sobre el pasado Mundial de Sudáfrica, todo un monumento al reportaje deportivo. Y pese al tiempo transcurrido desde aquellos eufóricos días de verano -ya más de un año- siguió poniéndome la piel de gallina como la primera vez que lo vi. De hecho, quizás por esto mismo, lo valoré y diseccioné más, apreciando algunos pasajes que tenía por olvidados. En conjunto es un brutal cóctel de emociones, sentimientos y recuerdos, pero si hay un momento donde el programa alcanza el clímax, donde se eleva hasta el éxtasis, es por supuesto en El Gol.

Es curioso como una persona de pocas palabras como Don Andrés de Nuestra Vida, habitualmente instalado en la más absoluta timidez, define con semejante lirismo el momento en que le pega a la bola y nos hace tocar el cielo. “Es difícil escuchar el silencio, pero yo en ese momento escuché el silencio y sabía que ese balón iba dentro”. Nadie discutirá el alma de poeta dentro del campo que tiene Iniesta, pero en ese instante de inspiración también la tuvo fuera de el. Tal vez los momentos mágicos atraen a las musas, no importa el donde ni el cómo.

Empecé a pensar a raíz de este precioso verso, y caí en la cuenta que hay goles que se marcan exactamente así, en silencio. El marco no solo se reduce a un gol decisivo, a un crono implacable que llega a su fin, a un remate imposible o a un marcador adverso que te quita la vida. Aparte de todo estos ingredientes, creo que lo que ilustra estos goles es su ejecución plástica, esa incertidumbre que flota durante milésimas. Los elementos varían: un control un poco demasiado largo, un centro que no acaba de caer, una balón que entra llorando. Es en esos momentos cuando casi imperceptiblemente el tiempo parece detenerse y la imagen pasa del frenesí a los 60 fotogramas por segundo. Percibimos al jugador como un duelista que contiene la respiración justo antes de asestar el golpe mortal a su adversario.

En mi memoria, recuerdo los casi tres segundos eternos que tarda el balonazo de Roberto Carlos en caer del cielo de Glasgow y a Zidane flexionando las rodillas solo un instante antes de dar el zarpazo a la escuadra. Otra acción de mis favoritas como aficionado al fútbol, es ese titán de Rivaldo propulsando con el pecho el esférico un metro y medio hacia arriba para ejecutar la suerte más preciosa de todas, la chilena, ajustándola de manera imposible al alcance de Cañizares y clasificando a su equipo para la Champions en el último suspiro. O como no acordarse de Guardiola enredándose con el balón, para colgarla de manera infinita al gigantón de Ismael Urzaiz y la dejada para que la bota blanca de Alfonso relampaguee y nos meta en cuartos de la Eurocopa, cuando “La Roja” aun moraba en las tinieblas y además de contra once jugábamos contra nuestros fantasmas.

Por supuesto que hay cientos de goles míticos y cargados de significado que podrían asemejarse a los que menciono, como Solskjaer en el Camp Nou, coronando la remontada en la final de Copa de Europa ante el Bayern de Munich, o también en otro tipo de guerras, a Coro del Espanyol marcando en la última jugada y salvando a su equipo del drama del descenso. Quizás mi percepción es equivocada, pero a estos goles les atribuyo una estética en la ejecución diferente, con un componente más irracional, lejos de la frialdad cínica que como decía Andrés, te permite escuchar el silencio. En cualquier caso la mayoría de futbolistas –por no decir de mortales- jamás llegan a experimentar nada parecido a esto. Por supuesto que no me quejo, pero yo solo escuché gritos.


martes, 25 de octubre de 2011

Carne Cruda

¿Habéis visto morir a alguien? “NO” responderéis muchos sin vacilación. Pues es mentira. Sin ir más lejos, habéis visto morir tres personas la última semana. Una vez tras otra, habéis presenciado el tránsito de lo que podemos llamar “vida” a lo que llamamos “muerte”. A priori, nada tenían en común estas tres existencias: el implacable dictador, Muamar el Gadafi; la niña china, pequeña y anónima, o el triunfador y joven motorista, Marco Simoncelli. El caso es que los visteis vivos, cuando aun respiraban y se movían. Gadafi, zarandeado por una turba hambrienta de carne y sedienta de sangre, pidiendo clemencia. La niña de tres años cruzando con paso vacilante la calle antes de ser arrollada por la furgoneta blanca cuyo infame conductor no se detiene. O el intrépido Simoncelli, perdiendo el control de su Honda y cayendo a los pies –a las ruedas- de sus compañeros en el Gran Premio de Malasia. Después para todos ellos, oscuridad. Un cadáver ensangrentado y semidesnudo, un cuerpo inerte en manos de una mujer, como un muñeco roto, un piloto sin casco bocabajo sobre el asfalto.

Pero hay algo más en común entre estas tres historias, y esto no es otra cosa que una muda cámara siendo testigo de sus trágicos finales. El resultado es el mismo, no importa si estamos ante las trémulas y confusas imágenes de un teléfono móvil entre la vorágine de gritos y golpes, una silenciosa cámara de vigilancia en una calle cualquiera de una ciudad cualquiera de la enorme China, o si estamos ante una cámara grabando a máxima definición para las televisiones de todo el mundo. Este quizás pequeño detalle que podría aparecer como secundario, es precisamente lo que sobredimensiona el fallecimiento de nuestros tres personajes y lo que les ha llevado a morir una y otra vez delante de nuestros ojos durante estos días, repitiendo las imágenes en televisión e Internet hasta la extenuación.

¿Realmente pensáis que la caída de Gadafi hubiera tenido tan intensa presencia en todos los medios de no mediar las brutales imágenes de su captura y posterior linchamiento? O, ¿estaríamos todos tan “absolutamente consternados” con la muerte de SuperSic si en lugar de en el circuito de Sepang y ante millones de espectadores se hubiera roto la crisma contra el guardarrail de una carretera secundaria de su Rímini natal? El caso más ofensivo es el de pequeña Yang Wue, porque ¿desde cuando se le da cobertura al fallecimiento de un niño/mujer/varón en la lejana China desde nuestra querida prensa occidental?

Hagamos un ejercicio de imaginación, un experimento mediático. En la realidad paralela A, el abajo firmante –o sea yo- se encuentra intentando ponerse a salvo de una violenta tormenta cuando de repente caigo fulminado al ser alcanzado por un rayo, falleciendo en el acto. No pasaríamos de una breve reseña en la prensa escrita, quizás algo más de información si se trata de prensa local. Realidad paralela B: un hombre se encuentra tomando imágenes de una espectacular tormenta desde su casa, cuando derepente aparece en plano un apuesto joven –yo, una vez más- que súbitamente es alcanzado por un rayo, todo enmarcado en la pertinente detonación de luz y sonido, así como por las exclamaciones de sorpresa del videoaficionado. Exacto, habéis acertado.

A menudo se nos llena la boca a esta nuestra sociedad valorando los tiempos que vivimos y hablamos de superioridad moral, de cómo hemos avanzado. Asistimos perplejos a historias pasadas que hablan de sangrientos espectáculos hace siglos, de procesos inquisitoriales que acababan en multitudinarias hogueras en la plaza del pueblo o de revoluciones donde se decapitan monarcas mientras la gente aplaude con arrebato y pensamos en como podían tener ese ansia de vísceras, como se podía caer tan bajo, porque esta claro que nosotros nunca seremos una jauría ávida de sangre, nunca nos dejaremos arrastrar al morbo de presenciar esas cosas, muertes y desgracias en directo. Y ya ven, la realidad puede llegar a ser completamente distinta con que nos paremos a analizarla fríamente solo un poco. A veces pienso que la única diferencia con hace 2000 años es que ahora teclearíamos en Youtube “Crucifixión Jesucristo Viernes” por no acercarnos caminando hasta el Gólgota.

Hoy es de esos días que rebajaría el rating de confianza en la especie humana.


domingo, 9 de octubre de 2011

Canciones, diamantes y sorprendentes coincidencias

Hoy me ha ocurrido una cosa muy extraña. Es una historia de esas de azar y casualidades que nunca dejan de sorprendernos. Por un momento incluso me he sentido observado, como la víctima de una cámara oculta y he pensado que en algún lugar posiblemente había un duende o algún ente entre místico y cachondo descojonándose de risa.

Empecemos por el principio. Llevo no mucho tiempo descubriendo al cantautor Quique González. Imagino que él y su música llevaban mucho tiempo por ahí, pero no ha sido hasta hace escasos días cuando he empezado a interesarme por el artista y escuchar sus canciones. Supongo que ya sabéis como se desarrollan estas cosas; te gusta una canción, la oyes una y otra vez hasta que la quemas, pasas a otra por puro azar -o más bien por lo llamativo del título- y vuelta a empezar. La canción que actualmente no deja de sonar en mis dispositivos de reproducción y por ende en mi cabeza es una baladita muy bonita -y muy triste por cierto- llamada Algo me aleja de ti, uno de esos temas para días nublados. Pues bien, me encontraba ayer en el metro escuchando mi música pese a los intentos de un par de críos de imponerme su guayoneo desde un potente móvil, cuando empezó a sonar la susodicha canción. Dentro de la música, tengo una debilidad especial por las letras, así como la retorcida costumbre de intentar interpretar de que habla la canción y que historia me cuenta. En el caso de esta, el estribillo versa lo siguiente:

La orquesta tocaba Moon River
y el viento dejo de mentir
creo recordar que entonces dijiste
algo me aleja de ti.

Recuerdo nitidamente que me obligué a realizar un apunte mental de que tenía que buscar que canción era Moon River porque no tenía la menor idea, y oye, me interesaba saber que era lo que sonaba de fondo cuando la chica esta -supongo que sería chica- mandaba a paseo tan sutilmente al pobre de Quique. Desconozco si tuvo algo que ver la ingente cantidad de Ron Almirante que consumí después, pero el caso es que el apunte se debió traspapelar mentalmente y con él todo mi proyecto de la musical investigación.
Lo más probable es que mi súbita curiosidad hubiera pasado al cielo donde moran todas mis cosas por hacer que nunca hice ni haré, pero la realidad es que muy de vez en cuando al caprichoso azar le da por no dejar cabos sueltos. El caso es que hoy me encontraba cenando y viendo las noticias con más bien poco interés cuando han empezado a hablar de la película Desayuno con Diamantes (Breakfast at Tiffany's) a propósito de que se cumplen 50 años del estreno del célebre filme. Ni que decir tiene que yo nunca he visto la película y ni siquiera se de que trata, unicamente sospechaba que si eres chica y dices que es de tus preferidas da como un caché así muy fash. En un momento dado de la noticia han hecho referencia a una de "las escenas más famosas de la historia del cine" y esta no era otra que la de la guapísima Audrey Hepburn interpretando una canción en la ventana de su apartamento, mientras es observada por el protagonista, George Peppard, más conocido por Ánibal del Equipo A y sus planes que siempre salían bien.

A estas alturas seguro que yo lo habéis adivinado. Efectivamente, la canción que canta no es otra que mi escurridiza Moon River, y como curiosidad decir que fue escrita expresamente para la actriz además de ser galardonada con el Óscar a la Mejor Canción y Banda Sonora aquel año.


De esta sorprendente manera obtuve la respuesta a una pregunta que no había formulado y de la forma más inesperada posible. Con cosas como esta, es imposible que de vez en cuando no se te dibuje una complice sonrisa.

viernes, 7 de octubre de 2011

¿Prohibido beber en las calles de Madrid?

(Esto es un mini-reportaje que hice hace un año o más para una clase de la Universidad, pero visto lo que veo cada finde semana por la zona, creo que esta totalmente de actualidad.)

Plaza de España, pleno centro de Madrid. Casi medianoche. El lugar empieza a recibir un goteo incesante de grupos de jóvenes que van ocupando posiciones por toda la plaza. Los más afortunados ocupan los bancos, mientras que otros forman en corrillo de pie y algunos directamente toman asiento en el frío suelo. Su aspecto es de lo más variopinto, desde los looks más rockeros a los más discotequeros, pero todos con el denominador común de ir pertrechados con bolsas de plástico. Una hora después, la plaza esta totalmente tomada por un gentío que armado con sus vasos desechables hace descender a buen ritmo el nivel de sus botellas de alcohol.

Pese a que desde 2002 está prohibido consumir bebidas alcohólicas en la vía pública con sanciones que pueden llegar hasta los 300 euros o la obligación a acudir a charlas informativas, la realidad es que cada fin de semana se repite la escena arriba descrita por toda la capital. La costumbre del botellón esta tan interiorizada para nuestros jóvenes que pocos conciben un fin de semana sin el ritual previo de beber en la calle; y lo peor, no parece que les preocupe las sanciones a las que puedan verse sometidos. Lo más llamativo es que parece que la misma autoridad se ha contagiado de esta percepción, y lo que durante los primeros tiempos de entrada en vigor de la ley se convirtió en una autentica “caza al botellón” ahora se observa con absoluta naturalidad y solo en contadas ocasiones podemos presenciar que las autoridades entren en acción contra los numerosos infractores.

Impunidad
La sensación que embarga a los jóvenes es la de sentirse inmunes a ser castigados. “A mi me han multado un par de veces, pero nunca ha llegado nada a mi casa” asegura Marcos, estudiante de 20 años. Su compañero Toño parece que no ha tenido tanta suerte, pero aun así se lo toma con sorna “yo si fui a la charla esa, pero vamos que es de coña, la liaba la banda más que nada”. En cualquier caso, observamos que ya han pasado varias patrullas de policía local por los alrededores pero parecen ignorar lo que esta sucediendo. Al preguntar a otro grupo de chicas, la respuesta es clara: “vienen a veces pero más que nada para dispersar a la gente, no pueden multar a todos”. Así pues, todo continúa con la normalidad de una tarde en el parque.

Solo queda suciedad
Avanza la noche y poco a poco la gente se va marchando hacia sus diversos destinos, muchos se dirigen al metro o paran taxis, lo que nos hace concluir que si se encontraban ahí era más por la posibilidad de hacer botellón que por cercanía con el lugar al que finalmente van a salir. Pocos, por no decir ninguno, se molestan siquiera en recoger los desperdicios que ha dejado su contubernio. A las 3,45 de la mañana, ya solo quedan algunos grupos rezagados apurando las últimas copas entre los cientos de restos de plásticos, cristales e incluso vómitos que cubren el suelo de uno de los lugares más emblemáticos de Madrid. Todos ellos han conseguido su objetivo de realizar un botellón más con éxito.

Mañana temprano, mientras los responsables estén durmiendo o aun de vuelta a sus casas, los empleados de limpieza tendrán que emplearse a fondo para dejar la Plaza de España pulcra para los niños, vecinos y turistas que quieren hacer su uso respectivo de ella durante el día.