martes, 25 de octubre de 2011

Carne Cruda

¿Habéis visto morir a alguien? “NO” responderéis muchos sin vacilación. Pues es mentira. Sin ir más lejos, habéis visto morir tres personas la última semana. Una vez tras otra, habéis presenciado el tránsito de lo que podemos llamar “vida” a lo que llamamos “muerte”. A priori, nada tenían en común estas tres existencias: el implacable dictador, Muamar el Gadafi; la niña china, pequeña y anónima, o el triunfador y joven motorista, Marco Simoncelli. El caso es que los visteis vivos, cuando aun respiraban y se movían. Gadafi, zarandeado por una turba hambrienta de carne y sedienta de sangre, pidiendo clemencia. La niña de tres años cruzando con paso vacilante la calle antes de ser arrollada por la furgoneta blanca cuyo infame conductor no se detiene. O el intrépido Simoncelli, perdiendo el control de su Honda y cayendo a los pies –a las ruedas- de sus compañeros en el Gran Premio de Malasia. Después para todos ellos, oscuridad. Un cadáver ensangrentado y semidesnudo, un cuerpo inerte en manos de una mujer, como un muñeco roto, un piloto sin casco bocabajo sobre el asfalto.

Pero hay algo más en común entre estas tres historias, y esto no es otra cosa que una muda cámara siendo testigo de sus trágicos finales. El resultado es el mismo, no importa si estamos ante las trémulas y confusas imágenes de un teléfono móvil entre la vorágine de gritos y golpes, una silenciosa cámara de vigilancia en una calle cualquiera de una ciudad cualquiera de la enorme China, o si estamos ante una cámara grabando a máxima definición para las televisiones de todo el mundo. Este quizás pequeño detalle que podría aparecer como secundario, es precisamente lo que sobredimensiona el fallecimiento de nuestros tres personajes y lo que les ha llevado a morir una y otra vez delante de nuestros ojos durante estos días, repitiendo las imágenes en televisión e Internet hasta la extenuación.

¿Realmente pensáis que la caída de Gadafi hubiera tenido tan intensa presencia en todos los medios de no mediar las brutales imágenes de su captura y posterior linchamiento? O, ¿estaríamos todos tan “absolutamente consternados” con la muerte de SuperSic si en lugar de en el circuito de Sepang y ante millones de espectadores se hubiera roto la crisma contra el guardarrail de una carretera secundaria de su Rímini natal? El caso más ofensivo es el de pequeña Yang Wue, porque ¿desde cuando se le da cobertura al fallecimiento de un niño/mujer/varón en la lejana China desde nuestra querida prensa occidental?

Hagamos un ejercicio de imaginación, un experimento mediático. En la realidad paralela A, el abajo firmante –o sea yo- se encuentra intentando ponerse a salvo de una violenta tormenta cuando de repente caigo fulminado al ser alcanzado por un rayo, falleciendo en el acto. No pasaríamos de una breve reseña en la prensa escrita, quizás algo más de información si se trata de prensa local. Realidad paralela B: un hombre se encuentra tomando imágenes de una espectacular tormenta desde su casa, cuando derepente aparece en plano un apuesto joven –yo, una vez más- que súbitamente es alcanzado por un rayo, todo enmarcado en la pertinente detonación de luz y sonido, así como por las exclamaciones de sorpresa del videoaficionado. Exacto, habéis acertado.

A menudo se nos llena la boca a esta nuestra sociedad valorando los tiempos que vivimos y hablamos de superioridad moral, de cómo hemos avanzado. Asistimos perplejos a historias pasadas que hablan de sangrientos espectáculos hace siglos, de procesos inquisitoriales que acababan en multitudinarias hogueras en la plaza del pueblo o de revoluciones donde se decapitan monarcas mientras la gente aplaude con arrebato y pensamos en como podían tener ese ansia de vísceras, como se podía caer tan bajo, porque esta claro que nosotros nunca seremos una jauría ávida de sangre, nunca nos dejaremos arrastrar al morbo de presenciar esas cosas, muertes y desgracias en directo. Y ya ven, la realidad puede llegar a ser completamente distinta con que nos paremos a analizarla fríamente solo un poco. A veces pienso que la única diferencia con hace 2000 años es que ahora teclearíamos en Youtube “Crucifixión Jesucristo Viernes” por no acercarnos caminando hasta el Gólgota.

Hoy es de esos días que rebajaría el rating de confianza en la especie humana.


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