
lunes, 21 de noviembre de 2011
Standby

martes, 8 de noviembre de 2011
Cuando se escucha el silencio
Hace unos días volví a tragarme entero el especial de Informe Robinson sobre el pasado Mundial de Sudáfrica, todo un monumento al reportaje deportivo. Y pese al tiempo transcurrido desde aquellos eufóricos días de verano -ya más de un año- siguió poniéndome la piel de gallina como la primera vez que lo vi. De hecho, quizás por esto mismo, lo valoré y diseccioné más, apreciando algunos pasajes que tenía por olvidados. En conjunto es un brutal cóctel de emociones, sentimientos y recuerdos, pero si hay un momento donde el programa alcanza el clímax, donde se eleva hasta el éxtasis, es por supuesto en El Gol.

Es curioso como una persona de pocas palabras como Don Andrés de Nuestra Vida, habitualmente instalado en la más absoluta timidez, define con semejante lirismo el momento en que le pega a la bola y nos hace tocar el cielo. “Es difícil escuchar el silencio, pero yo en ese momento escuché el silencio y sabía que ese balón iba dentro”. Nadie discutirá el alma de poeta dentro del campo que tiene Iniesta, pero en ese instante de inspiración también la tuvo fuera de el. Tal vez los momentos mágicos atraen a las musas, no importa el donde ni el cómo.
Empecé a pensar a raíz de este precioso verso, y caí en la cuenta que hay goles que se marcan exactamente así, en silencio. El marco no solo se reduce a un gol decisivo, a un crono implacable que llega a su fin, a un remate imposible o a un marcador adverso que te quita la vida. Aparte de todo estos ingredientes, creo que lo que ilustra estos goles es su ejecución plástica, esa incertidumbre que flota durante milésimas. Los elementos varían: un control un poco demasiado largo, un centro que no acaba de caer, una balón que entra llorando. Es en esos momentos cuando casi imperceptiblemente el tiempo parece detenerse y la imagen pasa del frenesí a los 60 fotogramas por segundo. Percibimos al jugador como un duelista que contiene la respiración justo antes de asestar el golpe mortal a su adversario.
En mi memoria, recuerdo los casi tres segundos eternos que tarda el balonazo de Roberto Carlos en caer del cielo de Glasgow y a Zidane flexionando las rodillas solo un instante antes de dar el zarpazo a la escuadra. Otra acción de mis favoritas como aficionado al fútbol, es ese titán de Rivaldo propulsando con el pecho el esférico un metro y medio hacia arriba para ejecutar la suerte más preciosa de todas, la chilena, ajustándola de manera imposible al alcance de Cañizares y clasificando a su equipo para la Champions en el último suspiro. O como no acordarse de Guardiola enredándose con el balón, para colgarla de manera infinita al gigantón de Ismael Urzaiz y la dejada para que la bota blanca de Alfonso relampaguee y nos meta en cuartos de la Eurocopa, cuando “La Roja” aun moraba en las tinieblas y además de contra once jugábamos contra nuestros fantasmas.
Por supuesto que hay cientos de goles míticos y cargados de significado que podrían asemejarse a los que menciono, como Solskjaer en el Camp Nou, coronando la remontada en la final de Copa de Europa ante el Bayern de Munich, o también en otro tipo de guerras, a Coro del Espanyol marcando en la última jugada y salvando a su equipo del drama del descenso. Quizás mi percepción es equivocada, pero a estos goles les atribuyo una estética en la ejecución diferente, con un componente más irracional, lejos de la frialdad cínica que como decía Andrés, te permite escuchar el silencio. En cualquier caso la mayoría de futbolistas –por no decir de mortales- jamás llegan a experimentar nada parecido a esto. Por supuesto que no me quejo, pero yo solo escuché gritos.
martes, 25 de octubre de 2011
Carne Cruda
Pero hay algo más en común entre estas tres historias, y esto no es otra cosa que una muda cámara siendo testigo de sus trágicos finales. El resultado es el mismo, no importa si estamos ante las trémulas y confusas imágenes de un teléfono móvil entre la vorágine de gritos y golpes, una silenciosa cámara de vigilancia en una calle cualquiera de una ciudad cualquiera de la enorme China, o si estamos ante una cámara grabando a máxima definición para las televisiones de todo el mundo. Este quizás pequeño detalle que podría aparecer como secundario, es precisamente lo que sobredimensiona el fallecimiento de nuestros tres personajes y lo que les ha llevado a morir una y otra vez delante de nuestros ojos durante estos días, repitiendo las imágenes en televisión e Internet hasta la extenuación.
¿Realmente pensáis que la caída de Gadafi hubiera tenido tan intensa presencia en todos los medios de no mediar las brutales imágenes de su captura y posterior linchamiento? O, ¿estaríamos todos tan “absolutamente consternados” con la muerte de SuperSic si en lugar de en el circuito de Sepang y ante millones de espectadores se hubiera roto la crisma contra el guardarrail de una carretera secundaria de su Rímini natal? El caso más ofensivo es el de pequeña Yang Wue, porque ¿desde cuando se le da cobertura al fallecimiento de un niño/mujer/varón en la lejana China desde nuestra querida prensa occidental?
A menudo se nos llena la boca a esta nuestra sociedad valorando los tiempos que vivimos y hablamos de superioridad moral, de cómo hemos avanzado. Asistimos perplejos a historias pasadas que hablan de sangrientos espectáculos hace siglos, de procesos inquisitoriales que acababan en multitudinarias hogueras en la plaza del pueblo o de revoluciones donde se decapitan monarcas mientras la gente aplaude con arrebato y pensamos en como podían tener ese ansia de vísceras, como se podía caer tan bajo, porque esta claro que nosotros nunca seremos una jauría ávida de sangre, nunca nos dejaremos arrastrar al morbo de presenciar esas cosas, muertes y desgracias en directo. Y ya ven, la realidad puede llegar a ser completamente distinta con que nos paremos a analizarla fríamente solo un poco. A veces pienso que la única diferencia con hace 2000 años es que ahora teclearíamos en Youtube “Crucifixión Jesucristo Viernes” por no acercarnos caminando hasta el Gólgota.
Hoy es de esos días que rebajaría el rating de confianza en la especie humana.

domingo, 9 de octubre de 2011
Canciones, diamantes y sorprendentes coincidencias

viernes, 7 de octubre de 2011
¿Prohibido beber en las calles de Madrid?
Pese a que desde 2002 está prohibido consumir bebidas alcohólicas en la vía pública con sanciones que pueden llegar hasta los 300 euros o la obligación a acudir a charlas informativas, la realidad es que cada fin de semana se repite la escena arriba descrita por toda la capital. La costumbre del botellón esta tan interiorizada para nuestros jóvenes que pocos conciben un fin de semana sin el ritual previo de beber en la calle; y lo peor, no parece que les preocupe las sanciones a las que puedan verse sometidos. Lo más llamativo es que parece que la misma autoridad se ha contagiado de esta percepción, y lo que durante los primeros tiempos de entrada en vigor de la ley se convirtió en una autentica “caza al botellón” ahora se observa con absoluta naturalidad y solo en contadas ocasiones podemos presenciar que las autoridades entren en acción contra los numerosos infractores.
Impunidad
La sensación que embarga a los jóvenes es la de sentirse inmunes a ser castigados. “A mi me han multado un par de veces, pero nunca ha llegado nada a mi casa” asegura Marcos, estudiante de 20 años. Su compañero Toño parece que no ha tenido tanta suerte, pero aun así se lo toma con sorna “yo si fui a la charla esa, pero vamos que es de coña, la liaba la banda más que nada”. En cualquier caso, observamos que ya han pasado varias patrullas de policía local por los alrededores pero parecen ignorar lo que esta sucediendo. Al preguntar a otro grupo de chicas, la respuesta es clara: “vienen a veces pero más que nada para dispersar a la gente, no pueden multar a todos”. Así pues, todo continúa con la normalidad de una tarde en el parque.
Solo queda suciedad
Avanza la noche y poco a poco la gente se va marchando hacia sus diversos destinos, muchos se dirigen al metro o paran taxis, lo que nos hace concluir que si se encontraban ahí era más por la posibilidad de hacer botellón que por cercanía con el lugar al que finalmente van a salir. Pocos, por no decir ninguno, se molestan siquiera en recoger los desperdicios que ha dejado su contubernio. A las 3,45 de la mañana, ya solo quedan algunos grupos rezagados apurando las últimas copas entre los cientos de restos de plásticos, cristales e incluso vómitos que cubren el suelo de uno de los lugares más emblemáticos de Madrid. Todos ellos han conseguido su objetivo de realizar un botellón más con éxito.

Mañana temprano, mientras los responsables estén durmiendo o aun de vuelta a sus casas, los empleados de limpieza tendrán que emplearse a fondo para dejar la Plaza de España pulcra para los niños, vecinos y turistas que quieren hacer su uso respectivo de ella durante el día.
jueves, 6 de octubre de 2011
Nos deja Steve Jobs, el hombre de la manzana

martes, 4 de octubre de 2011
Un milagro cualquiera

lunes, 3 de octubre de 2011
Ha sido... blog
Tiempo libre. Mucho. Demasiado y totalmente excesivo. Yo que me he pasado casi toda mi vida intentando hacer lo menos posible, me encuentro por primera vez ante el impetuoso deseo de hacer algo de provecho. Quizás sea la crisis, que remueve conciencias y agita corazones, o la necesidad de desahogarme y dar rienda suelta a mis demonios. El caso es que, aquí estamos dándole a la tecla en la que será la primera entrada de esta criatura recién traída al mundo (ciber) y a la cual deseo como progenitor una larga y agitada vida. Ya veremos si llega al “Ha dicho papá”.
