Pese a que desde 2002 está prohibido consumir bebidas alcohólicas en la vía pública con sanciones que pueden llegar hasta los 300 euros o la obligación a acudir a charlas informativas, la realidad es que cada fin de semana se repite la escena arriba descrita por toda la capital. La costumbre del botellón esta tan interiorizada para nuestros jóvenes que pocos conciben un fin de semana sin el ritual previo de beber en la calle; y lo peor, no parece que les preocupe las sanciones a las que puedan verse sometidos. Lo más llamativo es que parece que la misma autoridad se ha contagiado de esta percepción, y lo que durante los primeros tiempos de entrada en vigor de la ley se convirtió en una autentica “caza al botellón” ahora se observa con absoluta naturalidad y solo en contadas ocasiones podemos presenciar que las autoridades entren en acción contra los numerosos infractores.
Impunidad
La sensación que embarga a los jóvenes es la de sentirse inmunes a ser castigados. “A mi me han multado un par de veces, pero nunca ha llegado nada a mi casa” asegura Marcos, estudiante de 20 años. Su compañero Toño parece que no ha tenido tanta suerte, pero aun así se lo toma con sorna “yo si fui a la charla esa, pero vamos que es de coña, la liaba la banda más que nada”. En cualquier caso, observamos que ya han pasado varias patrullas de policía local por los alrededores pero parecen ignorar lo que esta sucediendo. Al preguntar a otro grupo de chicas, la respuesta es clara: “vienen a veces pero más que nada para dispersar a la gente, no pueden multar a todos”. Así pues, todo continúa con la normalidad de una tarde en el parque.
Solo queda suciedad
Avanza la noche y poco a poco la gente se va marchando hacia sus diversos destinos, muchos se dirigen al metro o paran taxis, lo que nos hace concluir que si se encontraban ahí era más por la posibilidad de hacer botellón que por cercanía con el lugar al que finalmente van a salir. Pocos, por no decir ninguno, se molestan siquiera en recoger los desperdicios que ha dejado su contubernio. A las 3,45 de la mañana, ya solo quedan algunos grupos rezagados apurando las últimas copas entre los cientos de restos de plásticos, cristales e incluso vómitos que cubren el suelo de uno de los lugares más emblemáticos de Madrid. Todos ellos han conseguido su objetivo de realizar un botellón más con éxito.

Mañana temprano, mientras los responsables estén durmiendo o aun de vuelta a sus casas, los empleados de limpieza tendrán que emplearse a fondo para dejar la Plaza de España pulcra para los niños, vecinos y turistas que quieren hacer su uso respectivo de ella durante el día.
A veces me han preguntado por aquí que "qué pasa con los español@s", y no me queda más remedio que contarles esto que cuentas en el post. Que venimos muy mal acostumbrad@s de casa :(
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